Estamos en el mes de septiembre, un mes esperado y querido por todos los chilenos y chilenas, por ser el mes de la Patria. Mes de reencuentro y celebración; sin embargo, debido a la situación sanitaria a nivel nacional y muy particularmente en nuestra región, especialmente en estas semanas, será un mes como lo ha sido gran parte de este año. Un mes para cuidarnos de este virus y de esta manera cuidar a los demás.
Tenemos que ser conscientes que se puede transformar en un momento de inflexión en la manera como lo vivamos. Si nos descuidamos, será con consecuencias lamentables y si nos resguardamos podremos bajar la curva de contagio, para seguir avanzando en los otros pasos de este periodo.
Quién no quisiera reencontrarse con sus seres queridos y más en estas celebraciones tan esperadas por todos; pero si tenemos un espíritu verdaderamente patriota y responsable será asumir que todavía no es el momento.
Mes de septiembre, mes de la Patria y también el mes de la Biblia, ya que en este mes la Iglesia recuerda la memoria de San Jerónimo, un hombre que se dejó transformar y dedicó su vida entera a la Palabra de Dios. Traductor de la Biblia y Padre de la Iglesia, que tiene esa frase muy conocida y tan necesaria para nuestra fe “desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo”
El Papa Francisco nos dice, “Jesucristo llama a nuestra puerta a través de la Sagrada Escritura; si escuchamos y abrimos la puerta de la mente y del corazón, entonces entra en nuestra vida y se queda con nosotros”
No es un libro más, es una Palabra que está viva, que ilumina, sostiene y acompaña el caminar. Esa Palabra se hizo carne y habita entre nosotros (Jn 1,14), en Jesucristo, que es la plenitud de la revelación de Dios.
En este mes de septiembre, tengamos la actitud de los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35), para que Jesús nos hable por el camino de nuestra vida y nos explique las escrituras, para que con los protagonistas de este evangelio le digamos, “Quédate con nosotros, Señor”
Redescúbranos en nuestros hogares, que son Iglesia doméstica, el valor y el lugar que debe tener la Palabra de Dios, tantas veces dejada en un librero o en una mesa en nuestras casas. Volvamos a ella, releyendo algún evangelio e impregnándonos del modo de Jesús, que es la Palabra que se hace Vida y que nos ayuda a mirar y acompañar este contexto con una mirada más amplia, y corresponsable el momento que vivimos.