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Gratuidad de la educación, ¿cuál es el rol del Estado?

To Aladino Araneda Valdés, académico de la Facultad de Educación UCSC
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La gratuidad de la educación es una decisión política, no sólo económica. Tiene que ver con los fines que el Estado se da para su desarrollo, que a su vez dicen relación con los principios y valores que el “soberano” (quien tiene el poder) reconoce como aquéllos propios a todos sus ciudadanos.

En Chile, el principio que mueve la realización de esos fines, como la educación, está en manos de personas naturales o jurídicas (privados) que pueden abrir, mantener y cerrar establecimientos educacionales y, subsidiariamente, el Estado dispone de un sistema gratuito para quienes no opten por el privado. La elección es de los padres, pero está condicionada por el factor económico, pues el pago o copago de una matrícula y colegiatura depende del ingreso económico.

Delegar en el privado la responsabilidad de educar y obtener ganancias económicas por ello, relegando al Estado a un rol subsidiario, es lo que no sólo parece discutible sino incoherente con la finalidad de progreso nacional, pues no es posible el desarrollo humano integral sin crecimiento económico y éste sin condiciones reales para la educación y capacitación de calidad.

Que al Estado le restaran la obligación de dar educación gratuita a toda la población ha implicado que con el tiempo se haya segmentado grotescamente el sistema escolar, al extremo que la calidad de educación que reciben las personas depende del ingreso familiar, lo que nos ha llevado a la mayor inequidad entre los países de la OCDE.

Chile es un caso único del mundo en que el Estado hace poco o casi nada para educar y capacitar a sus ciudadanos, tal vez por eso es que, en calidad de vida, tiene índices muy bajos.

La gratuidad de la educación significa que el Estado se hace cargo de todo el financiamiento educacional, permitiendo a las familias reorientar sus inversiones en otros bienes, y que los establecimientos educacionales no puedan seleccionar a sus estudiantes ni cobrar por un bien que es moral, público y social. El lucro entonces es una inmoralidad.

aladino-aranedaAladino Araneda Valdés
Académico Facultad de Educación
Universidad Católica de la Santísima Concepción