La literatura evangélica canónica da testimonio de la relación de Jesús con las mujeres. Mateo, Marcos, Lucas y Juan presentan a Jesús acompañado de mucha gente, entre ellas, las mujeres. No son textos de primera línea, es decir, que el centro de atención de los autores sea mostrar una especie de teología de la mujer. Ya que –como dice Elisa Estévez– “Las voces femeninas han quedado subsumidas en los textos masculinos, disminuyendo o eliminando su autoridad en los procesos de creación y consolidación de la memoria colectiva en el marco de la comunicación escrita” (2013). Sin embargo, sí tenemos tradiciones que se han cristalizado en la forma literaria de “chreía” y de ellas podemos recabar información sobre cómo se recuerda que se relacionaba Jesús con las mujeres. Revisemos algunos ejemplos que están tomados del Evangelio de Marcos:
Mc 5, 24-34: Se encuentra con una mujer hemorroísa considerada como “impura” a causa de una enfermedad. El relato está inserto en la perícopa de la resurrección de la hija de Jairo (otra mujer). De camino hacia la casa de Jairo, se recuerda este hecho de Jesús con aquella mujer aquejada por tal enfermedad. El texto destaca la gran fe de la mujer, la incomprensión de los apóstoles, y las palabras de Jesús (v. 34): la nombra como “hija”, la fe de ella, la ha puesto a salvo, la ha curado, “liberado”. La acción de quedar sanada “sana y salva”, y en paz, abre un nuevo estado, libre del peso de la enfermedad. Muestra el relato que Jesús no tuvo reparo en relacionarse con una mujer en público y además considerada impura, tal encuentro entre ella y él, lleva a la mujer a curarse totalmente de aquella enfermedad y quitarse el estigma social y religioso que arrastraba por doce años.
Mc 10, 2-12: Prohíbe el divorcio protegiendo a las mujeres. El contexto es una discusión rabínica sobre cómo interpretar una ley. El diálogo entre Jesús y los fariseos se muestra polémico. No hay relación alguna de Jesús con las mujeres, pero sí el tema es fundamentalmente femenino y ahí Jesús se pronuncia por un juicio. Jesús no desautoriza la Torá, sino que –como buen rabino– explica su sentido. Y es aquí donde conociendo lo que prescribe aquella ley, indica que se dio como una excepción (v. 5). Para ello cita Gn 2 que fortalece su argumento y agrega la antítesis (v. 9) “Dios-une/hombre-separa” condenando luego como “adulterio” (vv. 11.12) las segundas nupcias, anulando así la legitimidad del divorcio establecido en la ley de Moisés. Finalmente, el v. 12 indica algo no menor, que es hacer valer el mismo argumento en caso que la mujer se divorcie y se case con otro hombre. Dato curioso en una sociedad fundamentalmente masculina.
Mc 12, 41-44: Pone como ejemplo la donación de una viuda pobre. Estos breves versículos corresponden –dentro la estructura literaria del Evangelio de Marcos– a un colofón de controversias con las autoridades judías (Mc 11,27-12,44). Después de reñidas discusiones con el “consejo de ancianos”, con los “fariseos y herodianos”, con los “saduceos” y con “un escriba”; finalmente aparece la perícopa de la viuda pobre que es presentada como ejemplo a seguir y antítesis de los “escribas”. La enseñanza sobre la viuda pobre va dirigida desde Jesús a sus discípulos (v. 43) con una sentencia categórica: “más que todos echó”, lo que matemáticamente es erróneo, cobra pleno sentido en la argumentación, indicando que todos han dado de lo que les sobraba (v. 44) en cambio ella ha dado aquello de lo que carecía, lo poco y nada, era todo lo que ella poseía y que además era vital para su sobrevivencia. Jesús en su enseñanza pone a la viuda pobre sobre los escribas, ella es un modelo moral a seguir.
Mc 14, 3-9: Valora el gesto de una mujer que lo ungió. El sentido teológico del relato es mostrar el mesianismo de Jesús. La unción en Betania anuncia su muerte inminente. En este contexto, el evangelio de Marcos sitúa el papel de una mujer criticada e incomprendida por los seguidores de Jesús. Pero él sale en su defensa “dejadla”, realiza un juicio de valor de aquel acto, considerándolo como “obra buena” y no sólo eso, sino que pondera a dicha mujer por su acto, concluyendo que ella será recordada –ni más ni menos– junto a la proclamación de “la buena noticia” (v. 9), es decir, del “evangelio” mismo.
Para concluir citaré a otra mujer: María del Socorro Vivas (1995), que ha establecido ciertos rasgos distintivos de un discipulado auténtico en las mujeres de los evangelios, discipulado expresado en la “autodonación en el seguimiento”, en la “fe efectiva y valiente”, en la “audacia misionera”, y en la “fidelidad al espíritu de Jesús”. Este análisis es importante, porque se suele interpretar a los discípulos -en los textos bíblicos- como un grupo que no es capaz de comprender bien el mensaje del Jesús pre-pascual. En cambio, a las mujeres se les muestra aquí con estos rasgos discipulares ejemplares que superan a los varones.