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Liderazgos colaborativos para el desarrollo regional

Por Carolina Astudillo Molinett
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Ir en la avanzada, ser confiable e inspirador, son algunos de los sinónimos que asociamos al liderazgo. No obstante, junto a ellos, hay que tener también en cuenta el sentido, la meta hacia la que apunta ese liderazgo, y el cómo actúa para dirigirse, y dirigir, hacia ella.

A nivel regional, nuestra meta es y debe ser avanzar en el desarrollo equilibrado de nuestros territorios no solo en materia económica o productiva, sino especialmente en los ámbitos cultural, social, de innovación y calidad de vida de sus habitantes, como se puede observar en las metas de desarrollo sostenible formuladas por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a las que se ha sumado nuestro país.

Biobío y Ñuble son felizmente cuna de decenas de líderes que han pensado en y para nuestras regiones. Son cada vez más las corporaciones públicas y privadas, medios de comunicación, empresas, emprendedores, y Universidades, que declaran la vocación regional como la esencia de su quehacer. La creciente conciencia regional, así como los liderazgos actualmente existentes en los más diversos ámbitos, deben ser considerados como una valiosa oportunidad para el futuro de nuestras regiones. Esto requiere de un cambio de perspectiva y de relación social: dejar el modelo del individualismo y de competencia, y sustituirlo por uno de colaboración y asociatividad.

La competencia indudablemente tiene un fuerte componente individualista, un afán de preocuparse de sí mismo; de manera agobiante, provoca comunidades divididas, sumidas en desconfianza, y con una alta resistencia al cambio. Estos elementos son claros obstáculos para el bien común, el desarrollo sostenible y equilibrado; por ello es tan relevante perseguir esas metas tan nobles y propias de una sociedad compleja a través de la colaboración e integración de todos los sectores, generando diversidad de participación y compromiso regional. Reconocemos que los liderazgos basados en la competencia llevan a cabo acciones que pueden lograr exitosos frutos, pero de corto plazo y que benefician sólo a unos pocos. Mientras aquellos que se basan en la colaboración y la solidaridad, no solo pueden tener un mayor alcance social (más allá de lo económico), sino también favorecer la sostenibilidad con su capacidad para acoger visiones distintas y buscar nuevas soluciones.

En ese sentido, quiero resaltar el trabajo conjunto de la Oficina de Cooperación Interuniversitaria integrada por los líderes de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, del Bío Bío y de Concepción, que desde el año pasado ha puesto en su centro el objetivo común de contribuir a la región. Estas tres casas de estudio son relevantes centros regionales de investigación, innovación y vinculación con impacto social, y entre ellas otorgan acceso a la educación superior a miles de jóvenes de los sectores más vulnerables, formándoles de manera que el día de mañana se desempeñen como los nuevos líderes del desarrollo regional.