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Ejercicio físico y su impacto en personas con enfermedad de Parkinson

Por Camila Meza Sparza

El Parkinson es una enfermedad neurodegenerativa multisistémica que afecta al sistema nervioso central y que se origina por una pérdida de las neuronas dopaminérgicas en la parte compacta de la sustancia negra de ganglios basales del mesencéfalo. Las personas con la enfermedad de Parkinson (PEP) presentan síntomas clínicos no motores y motores, entre los motores se encuentra el clásicos temblor de reposo bradicinesia, disminución del balance, alteraciones en la marcha (velocidad, temporalidad, espacialidad, apoyo y congelamiento) y un menor rendimiento funcional.

El aumento del ejercicio físico es una de las intervenciones no farmacológicas más prometedoras para complementar la terapia médica en PEP. Esto se debe a los efectos positivos sobre la salud general, la calidad de vida, función física y factor neuroprotector en la enfermedad de Parkinson. Así, el entrenamiento de fuerza se recomienda en las PEP como parte de las estrategias de intervención terapéuticas, al favorecer la salud general, la calidad de vida, disminución de la ansiedad y el riesgo de depresión. El entrenamiento de la fuerza disminuye el temblor de reposo, mejora el balance y la velocidad de la marcha.

En este sentido, el Jefe del Departamento de Ciencias del Deporte y Acondicionamiento Físico, Dr. David Ulloa, junto a Oscar Andrades Ramírez, doctorando del programa de Biomedicina de la Universidad de Granada, quien realiza su pasantía internacional de investigación, en el Laboratorio del Movimiento Natural controlado de la Facultad de Educación UCSC, se encuentran indagando acerca de los efectos de los ejercicios de fuerza muscular con control electromecánico funcional sobre la sintomatología motora y no motora en las personas con enfermedad de Parkinson.

El Dr. Ulloa explicó que estudios previos han analizado los efectos del entrenamiento de fuerza sobre la sintomatología motora en personas con Parkinson, reportando mejoras después de una intervención clínica con entrenamiento de fuerza. Aunque las discrepancias metodológicas en el diseño y manipulación de las variables de rendimiento de las intervenciones con entrenamiento de fuerza presentan una alta variabilidad en la frecuencia de entrenamiento, intensidad del ejercicio, número de series, número de repeticiones y tiempo de duración de la sesión, lo que dificulta la prescripción del entrenamiento de fuerza en la intervención clínica por la falta de homogeneidad y reproducibilidad de los estudios.

“Sin embargo, la manipulación de cada una de estas variables se debe ajustar de manera independiente, teniendo en cuenta que la organización de cada una de ellas induce respuestas diferentes en la coordinación intra e intermuscular, en la microestructura, morfología y metabolismo neuromuscular. Es por esta razón que el estudio cobra real importancia los que permitirá identificar el tipo y forma de deben programar los ejercicios de fuerza muscular en las personas con Parkinson”, explicó el académico.

Con estos acercamientos se espera que el control de las variables de rendimiento que modulan los efectos del entrenamiento de fuerza muscular permita identificar el tipo y dosis de entrenamiento necesarios para alcanzar un mayor efecto sobre los síntomas motores y no motores en las personas con Parkinson, buscando explicar cuál el tipo de ejercicio de fuerza muscular que mayor efecto tiene.