El Papa Francisco inauguró, en la noche de Navidad, el Año Santo 2025 con la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Este gesto simbolizó el profundo significado del Jubileo, un tiempo para acoger la gracia y el perdón que Dios nos ofrece. Así lo expresó el mismo Papa en el día de Navidad: “La puerta del corazón de Dios está siempre abierta, regresemos a Él. Volvamos al corazón que nos ama y nos perdona”.
Con este enfoque espiritual como eje central, el Jubileo incluirá una serie de actividades y encuentros a lo largo del año 2025 en Roma, donde se espera la llegada de unos 30 millones de peregrinos. Sin embargo, también será celebrado en cada Iglesia particular alrededor del mundo, con una apertura solemne en cada Iglesia Catedral el domingo 29 de diciembre.
Hay dos expresiones religiosas fundamentales en el Año Santo:
Más allá de estas prácticas, el Papa ha querido centrar el Año Santo en la virtud de la esperanza, invitándonos a reavivarla en un contexto social y personal frecuentemente marcado por el desaliento y el pesimismo. La esperanza nos ayuda a comprender que la historia de la humanidad y de cada uno de nosotros no se dirige hacia un punto ciego o un abismo oscuro, sino hacia el encuentro con el Señor. Al mismo tiempo, mientras peregrinamos en este mundo, estamos llamados a preparar el Reino de Dios, construyendo una sociedad más justa y fraterna. Se trata, por tanto, de una esperanza activa, no pasiva, que nos compromete en el amor.
En esta esperanza activa, la dimensión social de nuestra fe adquiere una relevancia central. Ante las múltiples dificultades que afectan a nuestro mundo, el Papa nos invita a ofrecer signos de esperanza y a ser signos tangibles para quienes viven en condiciones de sufrimiento. Frente a la guerra, las violaciones a la dignidad humana, la enfermedad, la privación de libertad, la migración, la soledad de los ancianos y otros rostros de dolor, estamos llamados a manifestar, a través de nuestras obras, el amor y la esperanza que Dios ha depositado en nuestros corazones. El Papa, por su parte, alza una palabra profética, haciendo un urgente llamado a silenciar las armas, perdonar las deudas de los países más pobres y derribar los muros de división y polarización mediante el diálogo y el encuentro.
Vivamos este tiempo de gracia que nos ofrece el Jubileo, y que nuestra esperanza se haga cada día más viva y robusta.