Okakura Kakuzo (14 de febrero de 1862 – 2 de septiembre de 1913 ) célebre historiador , escritor y filósofo japonés en su texto “El libro del té”, expresa una frase en un principio enigmática pero con el pasar del tiempo se manifiesta clara y distinta: “No se enseña a la gente a ser realmente virtuosa , sino a conducirse como tal”.
¿Cómo interpretar esto? En términos de conducta ética, se ha asumido un “barniz” de lo bueno, lo bello y lo verdadero en la enseñanza, dejando una cáscara que recubre frágilmente a la persona, muy fácil de quebrar al no trabajar la interioridad, paradigma que sólo se ha retomado con fuerza en los últimos 50 años. Y ¿cómo retornar al cultivo de lo interior y la construcción de la virtud no tibia?
A través del cuidado de la interioridad personal, el “cuidado” de un otro y el cuidado de la Casa en Común. Este vocablo viene del latín cogitatus, que significa reflexión, pensamiento, interés reflexivo que uno pone en algo. Tiene que ver mucho con la atención que según Simone Weil si esta no existe, no habría amor en ninguna relación (no se puede amar algo que no se atiende y entiende). Por tanto podemos decir que el cuidar, que es connatural a nuestra naturaleza, parte del interés de alguien por otro, pero no solo de manera afectiva, sino reflexiva y racional.
Ésta presenta virtudes que son: Empatía, Prudencia, Compasión, Afecto, Coherencia y Escucha. Esto último nace de la identificación y respeto por la dignidad humana que se expresa, y esto es radical, como reconocimiento del hombre como imagen de Dios (Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium Et Spes).
Es esa pequeña luz que Meister Eckhart identifica como “poder en el alma que se une con Dios: es la chispa”. Esta imagen de Dios también se refleja en lo creado, que igualmente necesita cuidado, principio que conforma nuestra identidad como Universidad Católica de la Santísima Concepción, declarando la “búsqueda de un modelo de desarrollo que apunte a la sostenibilidad en armonía con el medio ambiente y la vida espiritual “.
El otro, el mundo, ¿ y yo?, ¿cómo cuidar si no me cuido?, ¿cómo dar algo que no tengo? Esto se presentará por el cambio de paradigma, desde una exterioridad aberrante la cual se ha exacerbado en las últimas décadas a una inversión de polos en relación a donde colocar la atención. Es el silenciamiento propugnado entre otros por Pablo Dors que no es sólo eliminación del ruido externo, sino también de ese ruido interno inagotable en todos que es el “ego”.
Ese “cuidado” será fructífero si el cemento con que se construye este nuevo edificio será infundido de amor. Y aquí destaco a Ernesto Cardenal, poeta , sacerdote y revolucionario nicaragüense que en su magnífico libro Cántico Cósmico nos habla desde el prisma de un místico anonadado: “En el principio fue la compañía, en el principio fue la solidaridad, en el principio fue el AMOR: así parecerían sugerirlo las mismísimas leyes del Universo”. Mismas leyes que nos hablan de concretar “no solo el bien individual, sino también el bien común” en todos y cada uno de los miembros de la sociedad y en nuestra Casa en Común que no hemos tratado bien desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta nuestra época tardo-moderna.