Hambre en Gaza, guerra sin límites - UCSC

Hambre en Gaza, guerra sin límites

Por Monseñor Sergio Pérez de Arce
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En esta última semana, las noticias que llegan de Gaza son terribles. A la destrucción, los desplazamientos y la muerte, ahora se suma el hambre. Sí, lo más básico y elemental, lo que nunca debiera faltar a nadie. En este mundo de la abundancia, hermanos nuestros mueren de hambre.

Esto no es propaganda antiisraelí; lo atestiguan diversos organismos que vienen acompañando a este pueblo azotado por la violencia. No es que los alimentos no estén disponibles para ser enviados, sino que Israel bloquea su llegada e ingresan a cuentagotas. “No hay leche, no hay dinero, no hay esperanza”, decía una mujer. Una madre expresaba: “Mi hijo llora y yo lloro con él, porque no tengo nada que darle”. Y el Cardenal Pizzaballa, Patriarca de Jerusalén, que logró entrar a Gaza hace unos días, señalaba: “La muerte, el sufrimiento y la destrucción están por todas partes”.

Lamentablemente, la diplomacia ha fracasado en el propósito de detener la guerra y el atropello a la dignidad humana. Es difícil creer que a nadie le importe lo que se está viviendo, pero los gobiernos y organismos multilaterales no han podido cambiar la situación. Israel se ha mantenido sordo a las súplicas y presiones internacionales, apoyado en su poder bélico y en el respaldo del gobierno de Estados Unidos.

Hace unos días fue bombardeada la única Iglesia católica en Gaza, causando tres fallecidos y varios heridos. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se habría disculpado con el Papa León, señalando que se trató de un trágico incidente causado por una munición perdida. ¡Insólita disculpa! Nada creíble, pues solo días después 73 gazatíes fueron muertos por disparos en diversos puntos de reparto de comida. La gran mayoría de los muertos en Gaza no eran terroristas. Lamentablemente, Israel se ha acostumbrado a matar civiles.

¿Qué podemos hacer nosotros, tan lejos de esas tierras? ¿Solo rumiar la impotencia y sumergirnos en el desaliento? Lo primero es seguir trabajando en nuestros ambientes por la justicia y la paz, pues sembrando el bien evitamos caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia del mundo. Segundo, quizás podamos sumarnos a alguna campaña de solidaridad con Gaza u otros lugares en guerra. Tercero, hablar con otros sobre esta realidad y sumarnos al grito por un alto al fuego, protección a la población civil y entrada urgente de ayuda humanitaria. Y cuarto, orar para que se conviertan los violentos e inmisericordes.

Me ha venido a la mente una oración de R. Follereau que rezábamos en el Seminario: “Dame la gracia de comprender que en cada minuto de mi vida, tan feliz y protegida por ti, hay millones de seres que son hermanos míos, y que mueren de frío y de miseria sin haberlo merecido” (Oración ante la miseria del mundo). No se trata de dejar de vivir nuestras alegrías o de llegar a comer nuestro alimento con sentimiento de culpa, sino de despertar en nosotros una auténtica solidaridad con el sufrimiento de los demás y una verdadera indignación ética ante los atropellos a la dignidad humana. Por eso, con Follereau, decimos: “Que mi oración y mi trabajo de hoy ayuden a que la angustia y la miseria disminuyan, y que mi corazón se abra al amor verdadero”.