Alejandro Goic, obispo en Concepción - UCSC
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Alejandro Goic, obispo en Concepción

Por Monseñor Sergio Pérez de Arce
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La acción pastoral de Mons. Alejandro Goic Karmelic (1940-2025) tuvo alcance nacional. Un signo elocuente de ello fue su propuesta, en agosto de 2007, de un sueldo ético para los trabajadores de Chile, lo que abrió en ese momento un debate nacional sobre una remuneración digna en un país que progresaba, pero de manera desigual. Fue presidente de la Conferencia Episcopal en dos períodos, presidente del Consejo Nacional de Prevención de Abusos a Menores en el período 2011-2018, obispo auxiliar de Concepción (1979-1991), obispo de Talca (1991-1994), obispo de Osorno (1994-2003) y obispo de Rancagua (2003-2018). Fue una voz importante de la Iglesia chilena en materias sociales.

Esta acción de alcance nacional no nos hace olvidar, sin embargo, el fuerte vínculo de don Alejandro con Concepción. Oriundo de Punta Arenas, realizó sus estudios sacerdotales en nuestro Seminario Metropolitano en el período 1959-1965, pero su presencia adquirió relevancia cuando llegó, en 1979, como obispo auxiliar, oficio en el que estuvo por 12 años. De julio de 1988 a noviembre de 1989 fue administrador apostólico sede vacante. La confianza que depositaron en él, sobre todo los arzobispos Manuel Sánchez y José Manuel Santos, junto a sus destacadas capacidades humanas, pastorales y espirituales, hicieron que su influencia en la vida de la Iglesia penquista fuera determinante.

Un campo decisivo de su acción fue la defensa de la dignidad humana y la preocupación por los excluidos, en un tiempo en que los atropellos de la dictadura eran todavía muy altos. Recién llevaba dos meses en Concepción cuando tuvo que enfrentar el hallazgo, en el cementerio de Yumbel, de 18 desaparecidos detenidos en septiembre de 1973 en Laja. Más tarde vinieron en la zona otros hallazgos de desaparecidos, ejecuciones callejeras a cargo de la CNI y la trágica autoinmolación de Sebastián Acevedo, que se quemó delante de la Catedral buscando a sus hijos detenidos por la policía secreta. En estos y otros hechos, Mons. Goic fue rostro visible de una Iglesia arquidiocesana que, a través de organismos como la Pastoral Social y la Vicaría de Pastoral Obrera, estuvo cerca de los perseguidos y de los trabajadores.

Otro campo de especial preocupación de don Alejandro fue el mundo de los jóvenes, a quienes quería evangelizar. “Soy un convencido de que el Evangelio es el mejor proyecto de vida para el ser humano, entonces la razón de mi vida fue evangelizar a todos, y los niños y los jóvenes son parte de ese todo”, decía hace un tiempo en una entrevista. Lo hizo fomentando los CEVAS, la peregrinación a Yumbel, promoviendo la misión juvenil y otras iniciativas al servicio de la juventud.

Habría que nombrar, además, sus visitas pastorales, su rol en la organización de la visita del Papa Juan Pablo II a Concepción, su papel en la elaboración de orientaciones pastorales y otras múltiples acciones que transparentaban que Alejandro Goic era eminentemente un pastor. Aludiendo a su lema episcopal, “Cristo es mi vida”, decía: “Es lo único que he anhelado y anhelo, más allá de mis fragilidades: que Cristo sea mi vida y el centro de todo”. Descansa en paz, Alejandro, junto a Jesús, y ora por tus hermanos de Concepción.