Hoy, 11 de abril, se leerán algunos pasajes de la Bula de Convocatoria del Jubileo de la Misericordia ante la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. Esta Bula es un documento importante de los que llevan el sello del Papa para garantizar su autenticidad y por tanto la autoridad que la respalda.
El Papa Francisco nos hizo el primer anuncio de su deseo de celebrar un Año Santo extraordinario el pasado 13 de marzo. La ceremonia de hoy cuenta con la celebración de las primeras vísperas de la Fiesta de la Divina Misericordia que se celebrará al día siguiente.
Sigue siendo la Divina Providencia la que dirige la historia de la Iglesia sirviéndose de aparentes contradicciones. El gran impulsor de esa devoción que ha prendido en el mundo cristiano con tanta fuerza fue San Juan Pablo II. Uno de los términos más repetidos en el pontificado del Papa Francisco es la misericordia y él la llama la virtud más grande. El actual Pontífice al referirse al que extendió esta devoción al mundo entero dirá que esta devoción fue un legado del Papa Woytila, que tuvo esta ‘intuición’ y un especial ‘olfato’ para llevar a la Iglesia del tercer milenio por esos senderos. Un Papa perteneciente a los ‘que llaman ‘conservadores’ y otro que definen como ‘liberal’ coincidiendo en lo esencial.
San Juan Pablo II había dicho que ‘fuera de la misericordia de Dios, no existe otra fuente de esperanza para el hombre’ y que ‘Con los ojos del alma deseamos contemplar los ojos de Jesús misericordioso, para descubrir en la profundidad de esta mirada el reflejo de su vida, así como la luz de la gracia que hemos recibido ya tantas veces, y que Dios nos reserva para todos los días y para el último día’.
En la Bula aparecen las fechas ya anunciadas del comienzo y fin del Año Santo de la Misericordia: el 8 de diciembre del 2015 cuando se cumplen los cincuenta años de la finalización del Concilio Vaticano II, hasta la fiesta de Cristo Rey del Año 2016. Éste será un año en que se nos animará permanentemente a recibir el sacramento de la misericordia. Se anuncia ya que en plazas importantes de las principales ciudades del mundo católico habrá sacerdotes esperando durante el día y la noche, a cuantas personas quieran encontrarse con la Misericordia divina; son también palabras de San Juan Pablo II, gran devoto como sujeto de este sacramento que recibía todas las semanas, que al recibirlo comprobamos que la misericordia es mucho más fuerte que el pecado mismo.