Avanzar en la técnica y no retroceder en la comunicación - UCSC
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Avanzar en la técnica y no retroceder en la comunicación

Por Fernando Fuente-Alba Cariola, académico de la Facultad de Comunicación, Historia y Ciencias Sociales UCSC

En el Día Mundial de las Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información, vale la pena detenernos a observar cuánto hemos avanzado en lo técnico, pero también cuánto hemos retrocedido en lo verdaderamente humano: la comunicación. Walter Benjamin, en su ensayo Experiencia y Pobreza (1933), anticipaba con lúcida inquietud que el progreso técnico llevaría al individuo a una profunda soledad, aislándolo entre los artefactos que él mismo ha creado.

Hoy podemos hablar con alguien al otro lado del mundo en segundos, algo impensable en su época, pero también hemos perdido la riqueza de la conversación cotidiana, la calidez del encuentro sin pantallas de por medio. Benjamin lo advirtió con claridad: “el poder de la técnica se tornará contra la naturaleza humana, amenazando a su creador y dejándolo fuera del dominio de la herramienta que creó”.

Sus palabras hoy cobran una fuerza inquietante. ¿Qué daría por recuperar esos almuerzos familiares en que mis hijos conversaban con sus abuelos sin estar pendientes del celular o del próximo video en TikTok?, ¿cuántas veces, en un restaurante, vemos parejas sentadas frente a frente sin decirse una palabra, cada uno inmerso en su teléfono? Incluso nosotros, adultos, caemos en lo mismo: preferimos enviar un mensaje de texto preguntando “¿puedes hablar?” antes que simplemente llamar. Hemos reemplazado el encuentro por la inmediatez, la conversación por el scroll.

El problema radica en la distancia entre la técnica y su sentido: para qué nos sirve una tecnología, cuánto espacio le damos en nuestra vida, y cómo condiciona nuestra relación con los otros. Porque ciertas tecnologías no solo transforman las interacciones: transforman a quienes interactúan. Y en ese proceso, también nuestra humanidad se ve alterada.

¿Cómo resistir esta invasión de pantallas que acorta el tiempo compartido con el otro y con el entorno? La respuesta está en recuperar el sentido. Usar la tecnología como medio, no como fin. Reivindicar la conversación, incluso en formato virtual, como un espacio de afecto. Aprovechar que hoy las distancias se han acortado, pero sin renunciar a la presencia. Visitarnos más, llamarnos más, dejar los celulares fuera de la mesa. Volver a mirar a los ojos.

Necesitamos una tecnología al servicio de lo humano, y no seres humanos al servicio de la tecnología. No quiero ser, como temía Benjamin, más pobre en experiencia por culpa del aparato. No quiero que la herramienta me domine. Quiero dominarla yo, devolviéndole su sentido, poniéndola al servicio de lo que nos hace verdaderamente humanos: el vínculo, la palabra, la escucha, la presencia.