A inicios del año 1810 la agitación en los espíritus de los hombres en América ya era generalizada. El 25 de mayo de 1809 la ciudad de Chuquisaca ya se había pronunciado en abierta rebelión ante las pretensiones de la princesa Carlota Joaquina, y el 10 de agosto se produjo la Revuelta en Quito.
Los hombres de Chile mantenían ya una constante comunicación con los patriotas de Buenos Aires, donde también se materializaban gérmenes de profundo descontento hacia la dominación española. Lo anterior se combinaba con el gran descontento suscitado por la administración de García Carrasco en Chile, manifestación accidental producto del agotamiento de un régimen administrativo y que ahora, obsoleto, chocaba con las necesidades económicas y aspiraciones más autonomistas de algunas de las grandes familias del territorio chileno.
El Cabildo de Santiago había pasado a ser el cuerpo que representaba estos intereses criollos y el 1 de enero de 1810 se reunió para realizar la elección de alcaldes y procurador de la ciudad, cargos que se renovaban anualmente. Como alcaldes se eligieron a don José Nicolás de la Cerda, importante mayorazgo de la ciudad y don Agustín de Eyzaguirre, acaudalado comerciante de numerosa familia. Como procurador se nombró a don Juan Antonio Ovalle abogado sin ejercicio debido a que era un hombre con mucho dinero y de avanzada edad.
Estos tres prominentes hombres de la ciudad de Santiago, los cuales ya tenían una alta posición en la sociedad colonial producto de su cuna y relaciones familiares, figuraban dentro del movimiento denominado “Patriota”. Es por ello que su elección causó en el Gobernador García Carrasco el más enorme desagrado, el cual no pudo disimular durante su primer encuentro oficial con los nuevos representantes de la ciudad, recibiéndolos con sarcasmo y acusando al Cabildo de insubordinado al aspirar abiertamente a la independencia.
Andrés Arriagada Padilla
Alumno de 4° año
Licenciatura en Historia. UCSC