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China y América Latina

Por Froilán Ramos Rodríguez, académico Departamento de Historia y Geografía UCSC

China es hoy uno de los países de más rápido y sostenido crecimiento económico, y esta centuria se proyecta como el siglo de Asia. Para nadie en Occidente es un secreto que el gigante asiático se ha convertido en una de las economías más poderosas del mundo, cuya presencia como superpotencia global alcanza todos los continentes. Tampoco en América Latina esto es una novedad, y su imagen se asocia a la de un importante socio comercial. Sin embargo, el rostro de China pareciera fluctuar entre el panda y el dragón.

Para muchos países latinoamericanos, China constituye uno de los principales compradores de sus diversos productos, además, de financiar diferentes megaproyectos de infraestructura, como el recientemente inaugurado Puerto de Chancay en Perú en noviembre de 2024, o la búsqueda de un canal interoceánico en Nicaragua, o el financiamiento de la reta interoceánica Brasil-Perú, o el próximo proyecto de ferrocarril peruano, entre otros. Hasta ahora, algunos han visto la presencia china en la región como solo una oportunidad de hacer negocios y con intereses exclusivamente económicos. Pero las relaciones internacionales y la diplomacia son mucho más complejas.

En los últimos veinte años, la inversión china en América Latina ha crecido exponencialmente, y, junto con ella, también la relación de la región con el gigante oriental. En las últimas dos décadas, cada vez más naciones latinoamericanas han roto relaciones con Taiwán (China-Taipéi), esto ha sido especialmente visible en los países centroamericanos y del Caribe: Costa Rica hasta 2007, Panamá hasta 2017, El Salvador y República Dominicana hasta 2028, Nicaragua hasta el 2021, Honduras hasta 2023. Mientras que, al mismo tiempo, han mantenido estrechas relaciones económicas y políticas con los regímenes autoritarios de Nicaragua y Venezuela, acusados de violaciones de los derechos humanos.

En Chile, el intercambio económico con China ha sido relevante, con un ritmo de incremento constante, y que permite observar la importancia para la diplomacia chilena su proyección hacia el eje Asia – Pacífico. No obstante, en 2024 dejó de operar Huachipato, en el sur del país, ante la imposibilidad competir con el acero chino. En la actualidad, el mundo se encuentra en medio de un cambio geopolítico de enorme implicancia internacional, entre el reacomodo de fuerzas en bloques regionales y la emergencia de la China comunista como la potencia global del sistema capitalista.

En su “Iniciativa de Civilización Global” (ICG), Beijing ha tratado de exponer las directrices de su política exterior, en la que hay poca o escasa mención de la democracia y de valores como la libertad. De esta forma, parece todavía una tarea pendiente para América Latina comprender mejor los alcances y repercusiones de su relación con China, en temas difíciles como la preservación de la democracia y la libertad en la región, y las distintas facetas de China en sus prácticas y relaciones con el Tíbet, Hong Kong, Taiwán, sus vecinos en el Mar de China Meridional (Vietnam y Filipinas), o el uso dado a las tecnologías en el país.