El 22 de septiembre de 2005 se publicó la actual Constitución Política (CP), que lleva la firma y sello del entonces Presidente de la República, Ricardo Lagos Escobar, y todos sus Ministros. Es la actual Constitución.
Después del desastroso desempeño de la Convención Constituyente y su fracaso estrepitoso en las urnas el 4 de septiembre pasado, creo trascendente recordar cómo se gestó esta Constitución.
Ricardo Lagos fue más inteligente, práctico y decidido que muchos otros ilusos, ideologizados, ignorantes y empecinados.
Todo comenzó el año 2000 con mociones de diferentes senadores de todos los sectores políticos. Siguió una larga tramitación tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados.
Destacados senadores, tales como Andrés Zaldívar y José Antonio Viera-Gallo, aplaudieron esta nueva CP, al igual que numerosos legisladores de todas las tiendas.
Así, entonces, cristalizó la actual CP.
Tal como dijo Lagos: “Chile cuenta desde ahora con una Constitución que ya no nos divide, sino que es un piso institucional compartido, desde el cual podemos continuar avanzando por el camino del perfeccionamiento de nuestra democracia. Nuestra Constitución no es más un dique para la vida nacional, la vida nacional puede fluir ahora como un río por este cauce institucional”.
“Tenemos hoy una Constitución democrática y esto, por cierto, tiene que ver con los problemas vitales de los ciudadanos”.
“Tenemos hoy una Constitución radicalmente diferente”.
“Tenemos, por fin, una Constitución democrática, acorde con el espíritu de Chile, con el alma permanente de Chile. Esta nueva Constitución constituye uno de nuestros más importantes legados para el Chile del Bicentenario, para las nuevas generaciones a las que tocará tomar en sus manos la dirección de nuestra comunidad política y llevarla hacia un Chile más democrático, más justo, más libre e igualitario, para el bien de todos y cada uno de sus habitantes”. (Libro Reforma Constitucional. Francisco Zúñiga Urbina, Coordinador. LexisNexis 2005, pág. 13, 14 y 18).
Las últimas semanas hemos visto desfiles de todo tipo de proyectos, ideas, ensayos y mociones de políticos, analistas, académicos, especialistas, ideólogos, corporaciones, para lograr salir del atolladero en que la decisión del pueblo dejó a muchos soñadores e iluminados con la nueva Constitución. Esto es, como lo he dicho, una “locura” o un “desvarío” por otra CP.
Estimo que la única forma rápida, expedita y económica es que el Poder Constituyente derivado (Congreso-Presidente de la República), aprueben un proyecto articulado de nueva Constitución, y ésta sea sometida a un plebiscito posterior. Nos evitamos nuevas elecciones, convenciones, gastos y pérdida de tiempo.
El Código Civil, que data del 22 de noviembre de 1855, fue obra fundamental de un hombre sabio y uno de los más grandes intelectuales de América: don Andrés Bello. Este no necesitó de grandes equipos de asesores ni comisiones especiales ni otros inventos como ahora se pretende establecer. Aun así, con numerosas reformas y adecuaciones ha logrado sobrevivir 167 años (parte del siglo XIX, todo el siglo XX y en lo que vamos del siglo XXI).
Desgraciadamente, la historia “se enseña, pero no todos aprenden de ella”. Con razón, para aquellos que no tienen idea de lo que es o ha sido.
El Congreso puede asesorarse gratuitamente vía “Zoom” por juristas y especialistas en cada materia, para una mejor claridad y perfeccionamiento en todas las disciplinas.
Creo que esta forma simple, sencilla, rápida, fácil y económica nos puede evitar miles de conflictos futuros.