La Carta a los Hebreos dice: “Al entrar en este mundo, Cristo dice: «Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo» (Hb 10, 5). Y Juan dice: “El Verbo se ha hecho carne” (Jn 1, 14). ¿Cuál es el significado de la fiesta del Corpus Christi (próximo domingo 2 de junio), es decir, qué significa el cuerpo real de Cristo?
El cuerpo de Cristo es real si es cuerpo de un pensamiento, si tiene pensamiento. Lo que hace de un hombre un hombre es el pensamiento, el pensamiento de un cuerpo (lejos, por tanto, de entender el hombre al modo absurdo de Pascal, como “caña pensante”, roseau pensant). Cristo es hombre con un cuerpo real-histórico porque tiene pensamiento (1 Co 2,16). No basta un organismo para hacer un cuerpo, es necesario un pensamiento que sea ley de movimiento de este cuerpo en vista de una satisfacción (“principio de placer”). El pensamiento de Cristo es esta “ley”. Lo que hace real el cuerpo de Cristo es el “pensamiento de Cristo”, pensamiento sin el cual un cuerpo sería sólo un organismo biológico o un cadáver (cf. la distinción de la lengua inglesa entre body=cuerpo de un hombre, y corpse, cadáver).
Además, sólo si Cristo es sano en su pensamiento puede salvar; sano, significa confiable (la fe tiene razón, es razonable). El pensamiento de Cristo es sano-imputable: los fariseos discutieron con él, sufrió un proceso (no se discute ni se procesa a un insano). Este pensamiento sano es fácilmente identificable en los cuatro Evangelios y es la prueba más evidente de la historicidad de Cristo (pues no basta un cuerpo-organismo para hacer un cuerpo de hombre).
Esta historicidad-unidad del cuerpo-pensamiento de Cristo es la que se ha intentado destruir con la famosa distinción-oposición (Ilustración y protestantismo) entre “el Jesús de la historia” y “el Cristo de la fe” (nótese el artículo “el”, que reduce el acontecimiento a la idea Christi de Hegel). Para Reimarus (1694-1768), en los fragmentos que publicó Lessing, Cristo era un predicador político que quería el fin del dominio romano en Judea y que fracasó (muerte en la cruz); pero los discípulos robaron su cuerpo, lo escondieron por 50 días, se inventaron la resurrección y, en los evangelios, presentaron a Cristo como “Rey”, “Señor”, hacedor de milagros, resucitado, etc. Es decir, para Reimarus y sus secuaces, Cristo es un pobre idiota-insano-fracasado y, los cristianos son, como consecuencia, unos astutos-idiotas creadores de una realidad virtual. En seguida, Bultmann dirá que lo que en los Evangelios no es racionalmente demostrable con los métodos científicos-matemáticos-lógicos es “mito”; por eso, se deben desmitologizar los Evangelios de todo lo que es creación de la fe de la comunidad. Nótese, de pasada, el énfasis-fijación patológica acerca de la “comunidad” entendida como organización de una realidad virtual; bien distinta es la communio cristiana: con-munis=competencia individual-fe acerca de los bienes de que el cristiano participa como coheredero del heredero que es Cristo (Ro 8, 17).
De este modo, desde Reimarus hasta llegar a Bultmann, se ha descrito a Cristo al igual que en la casi totalidad de las películas sobre Jesús: como enfermo síquico. Schweitzer en su libro Diagnostico y valoración siquiátrica de Jesús (1913), trata las distintas opiniones siquiátricas de tres autores sobre la salud mental de Cristo, opiniones que afirmaban que Jesús era paranoico (delirios autorreferentes), esquizofrénico (trastornos en la relación con la realidad), megalómano (delirio de grandeza, poder, omnipotencia), masoquista (que disfruta de ser maltratado=la pasión), sádico (afecto por parafilia=distorsionado en su modo de amar), melancólico (deprimido), neurótico obsesivo (trastornos mentales que distorsionan el pensamiento racional), histérico (que supone problemas físico o síquicos), además de ser considerado un fanático bueno, un santurrón (santidad fingida).
Sin embargo, repitámoslo, sólo si Cristo tiene un pensamiento sano=imputable puede salvar: salva al hombre porque es sano (nadie quiere ser salvado por un demente). Salud y salvación coinciden para el hombre que, por Cristo, es sano y salvo.
Si Cristo no fuera este “pensamiento de un cuerpo” (cuerpo pensante), tendría razón la herejía del docetismo (dominante en muchas teologías modernistas) que afirma que el cuerpo de Cristo es mera apariencia, es decir, sin pensamiento-movimiento del cuerpo en vista de una satisfacción-conveniencia-paz. Docetismo es afirmar la carne y el cuerpo de Cristo como mero organismo biológico (“causalidad natural”), es decir, sin un pensamiento que sea pensamiento com-puesto con otro (el Padre), sin “causalidad jurídica” (cf. el genitus non factus de Nicea, 325).
Además, el docetismo es la herejía que afirma una separación-oposición entre el cuerpo de Cristo que sería mera apariencia, sin ningún pensamiento com-puesto con otro pensamiento (el del Padre), y la “esencia-Dios”-ecuménica-genérica, que se debe alcanzar yendo “más allá” de este cuerpo aparente: puesto el “ser” de Dios, el cuerpo de Cristo sería sólo revelación de este “ser divino” (error de Agustín con su De vera religio: todos los hombres religiosos tienden a un Dios-ecuménico-igual para todos; este Dios se especificaría en Cristo, de modo que el cristianismo sería la “verdadera religión”). Para alcanzar lo “divino” habría que ir detrás-más allá del cuerpo-pensante de Cristo. En este sentido, docetismo y gnosticismo coinciden, así como lo señala san Juan: “Todo el que se excede y no permanece en la doctrina de Cristo [en el pensamiento de Cristo, es decir, en el cuerpo pensante de Cristo], no posee a Dios. El que permanece en la doctrina [en el pensamiento de Cristo], ése posee al Padre y al Hijo” (2 Jn 9).
Notamos que, como consecuencia, para el docetismo-gnosticismo, el cuerpo de Cristo es una apariencia, pretexto para la educación intelectual-moral cristiana de la humanidad acerca de lo divino o “numinoso” (Otto), como “diapositiva divina”, de modo que Cristo sería sólo pantalla divina de un mensaje, sería sólo ocasión de una “excelente materia de enseñanza” (Péguy) de valores morales o teóricos.
Al docetismo-gnosticismo de los primeros siglos cristianos se ha opuesto con realismo san Ireneo, cuando afirmaba de Cristo: Quod parebat, hoc erat (“Lo que se veía de Cristo, esto era Él”: Adversus Haereses III, 18.7); además escribía: “La luz del Padre irrumpe en la carne de nuestro Señor, y de esa carne sus rayos se reflejan en nosotros, para que el ser humano, rodeado por la luz del Padre, se haga incorruptible” (A. H. IV, 20,2).
No separar el cuerpo de Cristo de su pensamiento (de su pensamiento del Padre) significa que contenido y método de la revelación coinciden: el método (camino) para conocer a Dios (lo que es, su “contenido”) es el fruto-acontecimiento de Cristo. El pensamiento de Cristo no tiene valor instrumental (pretexto para un mensaje divino); al contrario, hace parte, como método, del acontecimiento de la revelación: Cristo es Dios al que le gusta ser hombre.
En este sentido, nótese la decisiva afirmación del Vaticano II que ha dicho que el pensamiento-cuerpo real-existencia real-histórica de Cristo, consiste en pensamientos, palabras, obras (“frutos”): Haec revelationis oeconomia fit gestis verbisque intrinsece inter se connexis, ita ut opera, in historia salutis a Deo patrata, doctrinam et res verbis significatas manifestent ac corroborent, verba autem opera proclament et mysterium in eis contentum elucident (Dei verbum, 2: “Esta economía de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas).
Pbro. Dr. Agostino Molteni
Instituto de Teología
Universidad Católica de la Santísima Concepción