¿Qué tienen ellos que no tengamos nosotros? Esta frase, más que envidia (ninguna es sana), refleja incapacidad para reconocer el éxito de otros, cuando hacen bien las cosas y viven bien.
Es curioso, pero Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia, cinco de los llamados países nórdicos, suelen aparecer en los primeros lugares de los ranking mundiales con mejor desempeño en desarrollo humano (IDH). Además de calidad sobresaliente en educación, salud, seguridad ciudadana, conservación del medio ambiente, desarrollo tecnológico, lugar para trabajar, economía, competitividad, derechos civiles, igualdad, productividad, son «algunos» aspectos del buen vivir que llaman la atención por sus logros, en tan poco tiempo, mientras muchos países del «sur del mundo» aún no salen del subdesarrollo, y otros como Chile, pierde oportunidades y tiempo en consolidar un sistema político que garantice el pleno desarrollo de la población.
En verdad, llama la atención que hayan logrado tal nivel de desarrollo individual y colectivo, en tan poco tiempo y habiendo pasado por muchas crisis, y de todo tipo. Incluso, algunos de ellos eran tan pobres como Chile hace 50 años. No han desarrollado ningún modelo exportable ni han construido teorías especiales, pero si han desarrollado una experiencia en el tiempo, desde la cual han aprendido el valor superlativo que tiene, perse, la cohesión social, que ha sido determinante en las formas eficaces para superar las profundas crisis por la que han atravesado hasta no hace mucho tiempo.
Los sistemas educacionales se han ocupado de forcalecer valores como la confianza social, el respeto por la ley y la baja tolerancia a la corrupción. Todo ello les ha permitido la consolidación de estados fuertes y la formación de ciudadanos conscientes de sus deberes y derechos individuales (realización y la autonomía personal), lo que han perfilado un conjunto de valores de vida que es difícil trasferir a otras realidades mundiales, menos aún a países del Hemisferio Sur.
Los países nórdicos, llamados así no solo por su ubicación en el hemisferio del Norte (Europa septentrional), sino también, porque tienen mucho en común en cuanto a formas de vida, historia, idioma y estructura social, han aprendido de sus propias historias a superarse a sí mismos.
Lo que tienen ellos no lo tenemos nosotros, pues carecemos de valores fundacionales básicos que definan una sociedad inclusiva, que logre conciliar derechos individuales y deberes de un Estado de Bienestar. Estas definiciones valóricas han sido traducidas en las instituciones, las normas y la legislación que regula todos los procesos.
Aún cuando no todos estos países tengan las mismas formas de gobierno, sin embargo, y más allá del hecho que de tres de ellas tengan monarquías (Dinamarca, Noruega y Suecia), no ha sido obstáculo para la consolidación de estados fuertes, con una alta regulación de los gobiernos (parlamentos), más bien son un factor de estabilidad y desarrollo social.
Sin lugar a dudas, los países nórdicos en todos los planos de la vida nos han demostrado dos cosas muy sabias: siempre se aprende de las crisis, pues de ellas se debe salir mejor que antes y, para afrontar el porvenir, por difícil que parezca, lo mejor es hacerlo juntos (cohesión social) y no divididos.
Los países nórdicos nos han demostrado que siempre se aprende de las crisis y que para afrontar el porvenir, lo mejor es hacerlo juntos.