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Despenalización del aborto

Por UCSC
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La expectativa por alcanzar un alto nivel de desarrollo humano integral y de bienestar, con equidad y justicia social – en particular en ámbito de salud materna – es siempre valioso como finalidad de política sanitaria. Sin embargo, esta loable intensión se ve tentada en la actualidad en buscar atajos – derecho al aborto – de dudosa efectividad sanitaria, con graves externalidades negativas y controvertida valoración moral. La imposición de un programa de gobierno en materia de salud sexual y reproductiva, promovido a través de los medios de comunicación y el aparato público, como lo es la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, dejan caer inexorablemente un principio no negociable para una sociedad democrática y pluralista como es el respeto debido a la vida y la dignidad de cada ser humano.

Chile ostenta cifras de mortalidad materna que nos encumbran como el país más seguro para ser madre en Latinoamérica, lo cual descarta que la despenalización por causa de salud materna sea una necesidad de salud pública y sólo se explicaría por razones ideológicas. Por otra parte, la situación legal del aborto no cambia la naturaleza moral de esta acción – cuando es procurado – debido a que implica la muerte del hijo, sea éste sano o enfermo, como en el caso de la causal de niños con malformaciones congénitas letales, agregando además graves repercusiones para la salud física y mental de la mujer, incluso si el embarazo ha sido fruto de una violación.

La iniciativa presentada en la Cámara de Diputados no permite avanzar en la prevención de los abortos clandestinos, estimados entre 13.000 a 18.000 al año, perdiendo una gran oportunidad de humanizar el trato digno a la mujer embarazada vulnerable, perpetuando la violencia de género intrínseca a las condicionantes de coerción, miedo y falta de expectativas de vida que circundan a este mal social y de paso no ofrece una oportunidad al niño/a en gestación de incorporarse a una sociedad, paradojalmente, cada vez más envejecida y que requiere mayores signos reales de inclusión y misericordia. Es el momento de levantar la voz por los que no pueden hacerlo y promover decididamente acciones de acompañamiento a mujeres que lo necesitan.