Esperanza en Chile - UCSC
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Esperanza en Chile

Por Monseñor Sergio Pérez de Arce
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Casi no hay espacio donde no hayamos celebrado en estos días las fiestas patrias: la familia, el trabajo, las escuelas, las iglesias, los barrios, etc. En todos lados se ha expresado un clima de fiesta, de unidad, un sentido de pertenencia. Podría catalogarse esto como algo superficial, muy asociado al afán de pasarlo bien, pero no se puede negar que detrás de las cuecas, los desfiles, los asados y otras tradiciones patrias, reconocemos un acervo común que nos une y nos identifica. Hay un cariño por el país, junto a una conciencia de que en este largo y estrecho territorio estamos llamados a caminar juntos.

Por supuesto que todo esto es imperfecto, pues persisten entre nosotros muchas heridas y divisiones, pero hay una comunión de base sobre la que podemos construir lazos más profundos y compromisos más permanentes. Por eso tenemos esperanza en Chile, lo que no es un ingenuo optimismo, sino la confianza de que contamos con las personas, las instituciones, los recursos y el carácter para construir un mejor país, más justo y fraterno.

Para avanzar en este camino, señalé en el Te Deum del 18 de septiembre, tres aspectos a los que hay que atender para crecer en una mayor cohesión social: primero, reconocer y cuidar los vínculos que nos unen, que son lazos de nacionalidad y de fraternidad; por tanto, mirarnos y tratarnos con respeto, apoyarnos, apreciarnos unos a otros, huyendo de la polarización y la descalificación mutua. Segundo, dar primacía al bien común como afán central de la acción política, económica y social, evitando encerrarnos solo en la búsqueda de los propios intereses, por legítimos que sean. Tercero, mejorar la calidad y la eficiencia de nuestra democracia, lo que requiere diálogo, acuerdo, buscar las mejores soluciones con el aporte y la flexibilidad de todos. En medio de la gran incertidumbre y los complejos problemas de nuestra sociedad, las soluciones no vendrán de un líder en solitario, ni siquiera de un solo sector político, sino de la acción mancomunada a través de la amistad cívica y el trabajo perseverante, con sentido ético.

Hay, por supuesto, varios otros factores importantes para una mejor cohesión social. Por ejemplo, integrar de mejor forma a los inmigrantes que han llegado a nuestra patria, verlos como un aporte y no como una amenaza, contando con mecanismos eficaces que permitan una migración regulada. Es fundamental, también, controlar la delincuencia y el crimen organizado, pues es una amenaza real a las personas y a la democracia. Y es urgente ofrecer una vida distinta a los niños y jóvenes que viven expuestos a caer en las redes del narcotráfico y del crimen, pues es una herida en el alma del país ver tantas vidas jóvenes desintegradas y sin un horizonte de futuro.

Ante tan amplios y complejos problemas, a veces caemos en el pesimismo, y del pesimismo es fácil pasar a la indiferencia. Ante esto, el llamado es a fortalecer lazos y crear comunidad, como lo hacen muchas personas en diversos campos: barrios, iglesias, voluntariados, instituciones deportivas, etc. La comunión es un signo de esperanza, porque es germen y expresión de fraternidad; y la fraternidad es anticipo del Reino de Dios, de esos cielos nuevos y esa tierra nueva que Dios nos promete.