Gabriela Mistral, local e internacional – UCSC
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Gabriela Mistral, local e internacional

Por Froilán Ramos Rodríguez, académico Departamento de Historia y Geografía UCSC

Un 10 de enero, del año 1957, dejó este mundo terrenal Gabriela Mistral (había nacido en 1889). La Premio Nobel falleció en New York, Estados Unidos, en el cénit de su carrera literaria. A lo largo de su intensa vida, Mistral desarrolló distintas facetas, como maestra de educación primaria, directora de colegios, poetisa, funcionaria en el servicio exterior, la mujer espiritual, entre otros. Pero, precisamente, en Mistral lo local y lo internacional se funden en un mismo ser, la mujer ávida de conocimientos que escribía continuamente. Por ello, lejos de representar una distancia, el terruño y el viaje se complementan en armonía a través de su pluma.

Desde los primeros años del siglo, la joven Mistral recorrió el país, de norte a sur, de su natal Valle del Elqui hasta Punta Arenas. Aquel Chile era predominantemente rural, de viajes largos por los trayectos, y pintorescos lugares, que quedaron retratados en su poesía con el paso del tiempo, junto diversos escritos en los diarios locales. No obstante, las distancias y los medios de la época, aquella mujer de provincia se preocupaba por mantenerse actualizada, leía la literatura nacional, latinoamericana y europea a la que lograba tener acceso, llegando a completar una basta cultura literaria de forma autodidacta.

En 1922, comenzó una nueva etapa en su vida, que estuvo marcada por los viajes por países de América y Europa, con periódicas estancias en Chile, y una fructífera creación intelectual, en forma de poemarios, artículos en prensa (sus famosos “recados”), una copiosa correspondencia, con distintas personas de ámbito nacional, como escritor Eduardo Barrios, el historiador Jaime Eyzaguirre, o el joven Eduardo Frei, entre otros textos. Dentro de estas experiencias de viajes, se encuentran los viajes al extranjero y los “viajes” literarios internacionales, aquellos a donde los libros y sus autores le permitía llegar en narraciones extrasensoriales.

En los años veinte, Mistral vivió en México, luego, viajo por Europa y América, como representante diplomática de Chile. De este modo, representó al país en la Liga de las Naciones, fue cónsul en España, y más tarde, ejerció el mismo cargo en Petrópolis, Brasil, y en Estados Unidos. En cada uno de estos viajes, Mistral supo compaginar sus labores consulares con el mundo de las letras, llegando a participar en tertulias culturales y establecer lazos de amistad con diferentes escritores contemporáneos, hombres y mujeres de diversos países, como los venezolanos Rómulo Gallegos y Teresa de la Parra, el mexicano Alfonso Reyes, la argentina Victoria Ocampo, entre tantos otros.

En su última etapa de vida, luego de recibir el Premio Nobel en 1945, la poetisa vivió principalmente en los Estados Unidos, ya como una figura de las letras reconocida mundialmente. La poetisa internacional también estuvo en Chillán, ciudad a la que dedicó uno de sus poemas, cuyo extracto dice: “Todo Chillán es fermento. Toda su tierra parece…ofrenda, fervor, sustento”. Mistral rememoraba en sus palabras la cuna de O’Higgins, su naturaleza, sus montañas, su gente, y las abundantes cosechas de los campos de su alrededor.

La mujer poetisa, la mujer internacional y local, fue también una mujer espiritual, como una síntesis de su vida, entre el extranjero y la provincia, Mistral mantuvo en su intimidad sus creencias religiosas, que al final de sus años, se hizo más visible, hasta el hecho de legar su diploma y medalla del Nóbel de Literatura, junto con los derechos intelectuales de sus obras, a la Orden Franciscana. Tal parece ser, que Mistral se despidió de este mundo al igual que los votos franciscanos, en humildad, en austeridad, y con beneplácito de haber servido a los demás.