El Día Internacional de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora surge a partir de un encuentro de mujeres negras de 32 países de América Latina y el Caribe en República Dominicana, con el objetivo de reflexionar sobre las desigualdades que enfrentan y proponer estrategias comunes desde sus propias experiencias, marcadas por la exclusión.
Esta conmemoración busca visibilizar sus trayectorias, aportes y desafíos. Nos recuerda que las desigualdades no se presentan de forma aislada, sino que se entrelazan factores como el género, la clase y el origen étnico-racial. La perspectiva interseccional permite comprender que no todas las mujeres enfrentan las mismas barreras, y que esas diferencias deben ser reconocidas si queremos avanzar hacia una verdadera equidad. Como advirtió la CEDAW (2010): “la discriminación contra la mujer no es una experiencia única y uniforme, y la intersección de múltiples formas de discriminación puede agravar la situación de ciertos grupos de mujeres, como las indígenas, migrantes, con discapacidad o de orientaciones sexuales e identidades de género diversas”.
Las mujeres afrodescendientes suelen enfrentar obstáculos derivados de su género, pertenencia étnico-racial y posición socioeconómica. Esta realidad nos invita a revisar nuestras prácticas cotidianas, instituciones educativas, formas de construir conocimiento y políticas públicas.
En Chile, la historia de las mujeres afrodescendientes ha estado marcada por una profunda invisibilización. No obstante, hoy contamos con investigaciones que nos permiten conocer sus vidas durante la colonia, en contextos de esclavitud y sometimiento. Documentos como testamentos o demandas judiciales ayudan a reconstruir estas trayectorias desde una mirada histórica.
La figura de la mujer afrodescendiente también nos lleva a repensar cómo se han construido las identidades nacionales desde los márgenes. Estudios recientes reconocen su rol activo en procesos de mestizaje y en la creación de formas de vida que resistieron la lógica colonial, configurando identidades híbridas y dinámicas.
Comprender su historia no es solo una deuda historiográfica, sino una urgencia ética. Reconocer sus aportes en la construcción de territorios, saberes y comunidades permite cuestionar los relatos oficiales y abrir paso a una mirada intercultural. La articulación entre academia y activismo es clave para incorporar estas voces en la memoria colectiva, y transformar nuestras ideas sobre identidad, ciudadanía y justicia social.
Este día es una oportunidad para valorar esos aportes muchas veces marginados, abrir diálogos y enriquecer nuestras formas de comprender el mundo. Apostar por una sociedad más justa requiere escuchar, aprender y construir en colectivo.