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Humanidades

Por UCSC
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Hace muy poco escuché una afirmación preocupante sobre que existiría un consenso universalmente aceptado respecto de que las carreras vinculadas a las Humanidades o ciencias ideográficas requieren de un esfuerzo intelectual menor en comparación a las ciencias científico-matemáticas, también llamadas ciencias naturales y formales según la distinción gnoseológica. Sospeché que esa visión era tributaria de los paradigmas emanados desde el siglo XVIII y que pasando por el Círculo de Viena (Wiener Kreis en alemán) y hasta la actualidad permitió asentar la primacía de lo tecnocientífico en la sociedad en desmedro del cultivo de las Humanidades. Si a esto le agregamos un modelo de desarrollo económico que ha privilegiado la ciencia y la técnica por sobre la abstracción filosófica, el saber histórico, el arte, el teatro, la danza, la música, la literatura, etc., entenderemos mejor el estado de situación en que se encuentran las Humanidades.

Considero que la inteligencia se reparte igualitariamente entre los estudiantes de todas las carreras y que quienes dictan clases en las Facultades de Humanidades son igual de exigentes que los de las Facultades de Ciencias o de Ingeniería y aquellos conocen sobre su disciplina tanto como estos. Lo que ha pasado, en mi opinión, es la difundida creencia -honesta aunque no necesariamente verdadera- de que las Humanidades son el refugio para aquellos a quienes la química, matemática o física les resulta un terreno agreste y que, al poseer un lenguaje propio, muchas veces resulta incomprensible para no pocos alumnos y eso los lleva, finalmente, al cantón de las Humanidades. Tal argumento olvida que los que estudian Humanidades están obligados a utilizar el análisis y desarrollar un pensamiento crítico para comprender mejor al ser humano, a la sociedad y a uno mismo. Esto permite ampliar la mirada a partir de preguntas ontológicas o de ideas que muchas veces se convierten en puntos centrales de la existencia.

No hay que olvidar la naturaleza misma de cada una de esta áreas del saber: mientras unas buscan la utilidad, las otras se centran en el ser de las cosas. En palabras simples, lo que es o no más útil para el ser humano no es cosa científica ni mucho menos técnica, es algo netamente humanístico, que tiene que ver con valores en una escala global y es de tal importancia que estos deberán sostenerse mediante sólidos argumentos filosóficos, éticos, incluso históricos y teológicos, los que muchas veces suelen ser complejos tanto de entender como de explicar.

Ahora bien, si nos atenemos al tema de la dificultad decisiva en los contenidos en las ciencias y en las técnicas, esta es predominantemente intelectual, mientras que en las Humanidades la misma convive con otra que atañe a la voluntad y al entendimiento; razón por la que ninguna dificultad es superior a la otra.

Como anotaba Martha Nussbaum: “Las humanidades son necesarias para pensar críticamente, para superar las lealtades locales y acercarse a los problemas globales como un ‘ciudadano del mundo’ y, finalmente, para comprender empáticamente a otras personas.” Y estas cosas son esenciales para la democracia. Así, pues, la educación -concluye- debe ser “for profit” y “not for profit”. Es decir, para conseguir bienes económicos y también no económicos.