Indudablemente esta es una era de progreso técnico y científico sin precedentes. Más solo ver el explosivo uso de las llamadas inteligencias artificiales a todo nivel en los últimos dos años. Dado este contexto, ¿cómo educar en la Universidad dado el apabullante avance de la técnica? Ya que, seamos claros, este desarrollo no tiene telos , es decir , es ciego, ya que no integra objetivo o meta per se, por lo que es necesario darle ese propósito o fin. El Humanismo Cristiano surge como respuesta ofreciendo una forma de entender la educación (y la sociedad) más allá de la mera adquisición de habilidades técnicas. Esta perspectiva, profundamente enraizada en la tradición cristiana, invita a una comprensión más profunda y holística del ser humano, teniendo como fuentes la filosofía cristiana y la Doctrina Social de la Iglesia.
La Universidad del siglo XXI enfrenta un desafío de proporciones en este nuevo paradigma. No es suficiente formar a los estudiantes solo en competencias técnicas; se impone la necesidad de cultivar un sólido núcleo espiritual desde los inicios de la formación académica. Este “core” alimentado por un enfoque multidisciplinario es vital para el desarrollo integral del individuo, lo que implica una educación que no solo se enfoque en la adquisición de competencias , sino que también explore las profundidades del espíritu humano.
El humanismo cristiano ofrece una visión del ser humano que no solo abarca su relación con sus semejantes y la naturaleza, sino también con lo sobrenatural. Reconoce la existencia de una fuerza unificadora, que aunque es externa, también reside en nuestro interior, en los cimientos de nuestra naturaleza y nuestro espíritu. Por tanto, es imperativo restaurar la comprensión cristiana del ser humano, donde, siguiendo a Kitaro Nishida, “el yo es la clave para entender el Universo”, un yo enraizado y pleno de Dios.
En el campo de las Ciencias de la Salud, la metábasis o cambio de enfoque es esencial. No se trata solo de diagnosticar y tratar enfermedades, sino de entender y atender al ser humano en su totalidad. La literatura, la poesía, la pintura, la filosofía y la música deben integrarse en el currículo de las Facultades de Medicina, ayudando así a cultivar el jardín interior de los futuros profesionales sanitarios. Formando en la virtud desde los primeros años más los conocimientos teórico-prácticos adquiridos en su formación académica, se logrará un agente sanitario integral.
Esta reconexión con el Humanismo Cristiano no se logrará aisladamente, sino a través de la filosofía, la literatura y las artes. Estas disciplinas ofrecen las herramientas necesarias para no solo renovar, sino también, si es necesario, agitar la civilización occidental. Representa un llamado a discernir los “signos de los tiempos” y a establecer un vínculo con una realidad superior, trascendiendo la autoafirmación vana de la modernidad tardía.
El humanismo cristiano hoy debe erigirse como un humanismo integral, que reconozca la complejidad y la profundidad del ser humano. Solo a través de una educación que abarque todas las dimensiones del ser, podremos enfrentar los desafíos actuales y cultivar un futuro más humano y compasivo. La Universidad juega un papel crucial en este proceso, erigiéndose como el centro de un cambio hacia una educación más a medida de la persona, que forme a los líderes y ciudadanos del mañana no solo en habilidades técnicas, sino también en virtud, sabiduría y compasión.
Esta es una invitación a embarcarse en una gran aventura: la aventura de descubrir quiénes somos realmente de la mano de un movimiento que coloca a la persona como epicentro de la creación, pero que al mismo tiempo la conecta con su entorno social , natural y sobrenatural ( Dios) al cual hemos dejado de lado y nos hemos olvidado que “ está en los pucheros” ( Santa Teresa de Jesús) . La Universidad debe formar en la real dignidad de la persona o como nos recalca Goethe: “ Trata a un hombre tal como es / y seguirá siendo lo que es / Trata a un hombre como puede y debe ser / y se convertirá en lo que puede y debe ser”.