Ciertamente, la lectura es un deleite para grandes y pequeños, pues ante una debida dedicación, nadie puede quedar indiferente a las páginas de un buen libro.
Justamente, en dicha línea no podemos pasar por alto la obra del autor Fernando Debesa (1921-2006), dramaturgo chileno, creador de numerosas obras teatrales, entre ellas “Mama Rosa” (1954), que relata la vida y trabajo de “Rosa del Carmen” en una casa patronal del Santiago de inicios del siglo XX.
La obra inicia con “Misía Manuela” supervisando tanto las labores administrativas y familiares de su hogar. Como mujer viuda debe velar por ambas veredas de la gestión familiar, es en este contexto donde una de sus cocineras trae a su sobrina “Rosa” para que acompañe a las “señoritas” Solar Echeverría y se encargue de sus vestuarios.
La obra prosigue su curso y avanza por distintas temporalidades del siglo XX chileno, menciona el centenario (1910), el afrancesamiento de la sociedad santiaguina, las “locuras” de Alessandri en 1925, así como crisis económicas y terremotos que los personajes van contextualizando y repercuten en la familia.
En el desenlace de la obra, el terreno de la casa patronal será demolido para construir un bloque de apartamentos, marcando un hito tanto material como simbólico. Al llegar la mudanza al cambio de casa, son retiradas las últimas pertenencias del hogar, y entre ellas la “Mama Rosa”, como un testimonio de las décadas pasadas.
La obra al leerse provoca en el lector diversas emociones, pues atestigua el avance de los años en Chile y la transformación de la familia Solar Echeverría, transitando a una nueva aristocracia santiaguina, alejada de grandes salones y posesiones de tierra, de inicios de siglo, hacia una nueva generación, más minimalista y moderna, propia de la década de 1950 (fecha de publicación de la obra). Esta obra fue la más notoria de la carrera de Debesa, pues le valió el premio al teatro único experimental en 1957 y un posterior premio nacional de las artes mención teatro en 1981.
Es precisamente la lectura, una bisagra que permite al lector recibir elementos históricos propios del contexto en que esta fue escrita, convertidos hoy, en material que permite la reflexión sobre los cambios en la sociedad y cómo esta transita por costumbres, etapas y momentos que moldean su esencia e identidad. Su carácter de obra teatral, incluso le transfiere un valor agregado, pues en la representación dramática, se busca proyectar sentimientos, emociones e impresiones al espectador, afín de que se sienta conmovido por la misma. Por este motivo, es necesaria una constante relectura y posterior meditación en las piezas literarias, pues junto con el primer propósito de la literatura, que es la propia lectura; se produce una simbiosis de elementos. El contexto se fusiona con la obra, impregnándola de elementos que en las próximas generaciones serán identificados y estudiados.