Reflexiones sobre el árbol de Navidad – UCSC
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Reflexiones sobre el árbol de Navidad

Por Juan Carlos Inostroza, académico Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía UCSC
Imagen de portada

Sentado ayer en el salón de mi casa junto a mi hija de once años mirando el árbol iluminado de Navidad y el Pesebre al son de la música villancicos, ella me preguntó sobre el significado de este árbol. Yo, muy “doctoralmente”, hago una explicación entre histórica y cultural del mismo. Y ella muy simplemente me respondió lo siguiente: “El árbol de Navidad, según yo, es como el crecimiento de Jesús. Porque abajo del árbol está el Pesebre, que representa el nacimiento de Jesús, entonces el bebé va creciendo hasta llegar al cielo, a su objetivo, y ser como una estrella (la que está en la cima del árbol)”. Me quedé mudo por unos segundos. Y luego saltaron en mi mente un montón de pensamientos que me llenaron de alegría y orgullo. La abracé. Quiero compartir algunos de esos pensamientos provocados por esa reflexión de mi hija.

Jesús y la estrella de seis puntas. Aparecen relacionados en el relato de los Reyes Magos (sabios de Oriente) del Evangelio según san Mateo: “Hemos visto su estrella”. La estrella es símbolo del Mesías (el Rey ungido esperado por los judíos como salvador). Es la estrella del rey David, el rey “prime” de toda la historia de Israel, y modelo del que Dios había prometido para el tiempo final. La Historia registra a un autoproclamado Mesías que se puso por nombre Bar Kochba, que significa “Hijo de la estrella”. Uno de los objetivos de Jesús fue el ser reconocido como el Mesías enviado por Dios para salvar al mundo.

La estrella y el cielo. Ciertamente responde a la experiencia común de cualquiera: las estrellas están en el cielo. Pero hay más. Las religiones semíticas (que son astrales: de “aster”, estrella), entre las que está la judía, identifican a ambos con Dios. La lengua sumeria y acadia (de escritura cuneiforme) de la zona del actual Irak llama “i-lû” a Dios. Y se representa con el ideograma parecido a un arterisco nuestro, es decir los rayos de una estrella. De “i-lû” viene, por ejemplos, el árabe “a-lá”, que significa “Dios”. Lo mismo en protocananeo <’el>, y el plural hebreo <’elohîm> (dioses, ángeles, miríadas celestiales, ejércitos celestes, etc.), y que luego pasó simplemente a significar “Dios”. Por su parte, “el cielo” llegó a ser una expresión judía que se refería a Dios pero evitaba nombrarlo (dada la prohibición de usar el nombre de Dios en vano que es la blasfemia, se llegó al extremo de evitarlo totalmente). Jesús debió usarla, pues vivió eso como judío del siglo I. Así tenemos “reino de los cielos” que es igual a “reino de Dios”, “no juren ni por el cielo (es decir “Dios”) ni por la tierra”, etc.

Jesús, nacido en un Pesebre, que asciende por el árbol al cielo, pasando por la estrella. El “árbol” por excelencia para el cristianismo es “la cruz”. Eso cantamos en la liturgia de Pascua de resurrección: “¡Mirad el árbol de la cruz donde estuvo clavada la Salvación del mundo”. Jesús asciende al Padre por el árbol de la cruz, donde se mostró como el Hijo de Dios (un hijo refleja el rostro de su padre: “mira si es igual a su papá”, decimos), es decir, como la entrega concreta y total del amor de Dios por todos nosotros. La cruz es el verdadero “Rehue” por el que se une el cielo (Dios) y la tierra (nuestro mundo), la verdadera “escalera de Jacob” por la suben y bajan los ángeles, mensajeros de Dios.
Bueno hay mucho más. Sólo pasen largos momentos junto a sus hijos entorno al Pesebre y el árbol, cristianamente adornado, será una catequesis doméstica que les sorprenderá. ¡Feliz Navidad!