En las últimas semanas hemos sido testigos de un aumento en los casos de estudiantes diagnosticados con Trastorno del Espectro Autista (TEA) involucrados, de forma pasiva o activa, en situaciones de violencia escolar. Este fenómeno plantea dos preguntas fundamentales: ¿qué tan frecuente es el TEA en niños y jóvenes? ¿Y es la violencia un síntoma característico de esta condición?
En Chile, la percepción de un aumento en los diagnósticos de TEA podría estar bien fundada. En Israel, por ejemplo, la prevalencia pasó de 0,3% a 1,3% en solo cinco años, lo que se atribuye a la evolución de los criterios clínicos y a una mayor conciencia sobre el trastorno. En Italia, la prevalencia es de 0,66%; en Canadá, 1,53%; y en Chile alcanza el 1,95%, mientras que en la Región del Biobío se sitúa en 1,55%. En personas con trastornos psiquiátricos, la cifra es más alta: un estudio canadiense reporta una prevalencia de 11,56%. Por su parte, un estudio realizado en Estados Unidos identificó que el trastorno de conducta, el cual puede manifestarse en comportamientos violentos, coexiste con el TEA en un 57,8% de los casos.
Estos datos permiten establecer dos puntos clave. El primero, que el TEA no supera el 2% de la población escolar, lo que implica que es poco probable encontrar más de uno o dos estudiantes con esta condición en un curso regular. Cuando en una sala de clases se concentran múltiples casos, cabe preguntarse si los diagnósticos fueron realizados con los criterios clínicos establecidos y validados. El segundo punto es que el TEA, en sí mismo, no implica comportamientos violentos. Estas conductas pueden deberse a otras condiciones psiquiátricas no diagnosticadas, como el trastorno de conducta, que puede coexistir con el TEA pero no forma parte de sus síntomas centrales.
Es importante considerar que existen personas con TEA que no han sido diagnosticadas, así como otras que, aun con diagnóstico, podrían no cumplir los criterios clínicos requeridos. Asimismo, niños y jóvenes con conductas disruptivas o violentas podrían no tener TEA, sino presentar otras condiciones que requieren atención especializada. Por esta razón, es imprescindible aplicar criterios rigurosos y actualizados para llegar a un diagnóstico correcto. Según el DSM-5, el TEA no incluye como síntomas la timidez, el sentirse diferente, la baja concentración, la agresividad o el aislamiento social. Atribuir el TEA a estos rasgos puede llevar a errores clínicos y pedagógicos graves.
Finalmente, cabe preguntarse: ¿cuántas carreras de Educación Diferencial en Chile cuentan con una mención específica en TEA?, ¿existen especialidades médicas acreditables en esta área?, ¿los docentes que derivan a estudiantes con sospecha de TEA han recibido formación adecuada al respecto?
El TEA es una condición compleja que exige un abordaje diagnóstico multidisciplinario, realizado por profesionales con experiencia clínica acreditada y formación especializada. De lo contrario, se corre el riesgo de sobrediagnosticar, estigmatizar y, en última instancia, desatender otras necesidades reales de salud mental y apoyo educativo.