¿Por qué los teólogos sufren el desprecio a la filosofía en el siglo XXI? La respuesta son tan solo dos interrogantes: ¿Podríamos hablar de Dios sin el hombre? ¿Podríamos hablar del hombre sin Dios?
A la primera pregunta cualquier teólogo respondería que no, pero, qué sucedería si le hacemos la segunda pregunta a un filósofo ¿Podemos hablar del hombre sin Dios? La respuesta oscila entre un sí y un no. ¡Interesante!
La filosofía es ese quehacer que es siempre búsqueda y respuesta, donde las afirmaciones y negaciones versan sobre el análisis crítico, el entramado lógico de la razón, que luego de largas horas, días y años de experiencias intelectuales y de vida, van conformando el engranaje del amante de la sabiduría, para afrontar su posición respecto del sí o del no de Dios. Al final, la filosofía, quiéralo o no, toma una postura ante Dios.
Durante los últimos 3 siglos de historia podríamos reconocer, sin dudas, cuál ha sido la postura por la que se ha inclinado la reflexión filosófica. Utilizamos la palabra inclinado, porque sería una mentira sostener que todo el mundo ha sido permeado por esta respuesta. La evidencia estriba en que aún existe un gran porcentaje de la población que es creyente y un sin número de investigaciones filosóficas que dan cuenta de la gran preocupación que aún tienen los filósofos por Dios
Los filósofos del siglo XIX que dieron el gran salto al No de Dios, penetraron, algunos con más fuerza que otros, en la cultura occidental. Desde veredas diversas, supieron encontrar ese No a Dios, un no, pensado, crítico, reflexivo; conquistando la política, la ciencia y la sociedad.
Hoy hablamos de un mundo secularizado, capitalista, materialista, individualista, a-religioso, subjetivista, relativista, progresista; un mundo donde la palabra Verdad, otrora preocupación de los filósofos, está vacía de contenido. No existe tal Verdad y si existe, está en las manos de los científicos, Hoy la ciencia es la dueña de la verdad, pero, al mismo tiempo, nos dice que tal Verdad no existe, el evolucionismo materialista es el clásico ejemplo, tal como podemos leer en el afamado libro Best seller desde el 2014, Homo Sapiens de Yuval N..Harari.
Otro ejemplo, y quizá el más significativo de nuestra época, debido a la importancia del autor, es libro de Stephen Hawking, El gran diseño, en relación a las grandes interrogantes del hombre a lo largo de la historia humana, concluye lo siguiente: “Tradicionalmente, ésas son cuestiones para la filosofía, pero la filosofía ha muerto. La filosofía no se ha mantenido al corriente de los desarrollos modernos de la ciencia, en particular de la física. Los científicos se han convertido en los portadores de la antorcha del descubrimiento en nuestra búsqueda de conocimiento”.
¿Dónde hay lugar para la filosofía en este escenario? Esa rica experiencia antropológica que gustaba hablar del hombre y su sentido (en el tiempo- espacio /materia y espíritu) del cosmos, del Ser, de la Verdad.
Es allí donde los teólogos sufren el desprecio a la filosofía en nuestro tiempo. El teólogo sabe que sin la reflexión filosófica y antropológica, es decir, sin el hombre y su co-razón inquieto no puede hablar de Dios, ¿Será por eso que Dios se hizo hombre para hablarnos de Él?
Si la teología es la ciencia de Dios, la filosofía es la ciencia del hombre.
Cabe hacernos unas preguntas: ¿Existe alguna relación entre la agonía de la filosofía en el siglo XXI y la muerte de Dios propugnada en el siglo XIX? A la muerte de Dios ¿Le sigue la muerte del hombre? Y finalmente, muy al estilo comtiano; si la filosofía mató a la teología y la ciencia mató a la filosofía, ¿Quién matará a la ciencia? ¿Será la tecnología?
Recapitulando: ¿Quién es el hombre? ¿Cuál es su lugar en el mundo?