Con el propósito de preparar a la comunidad para el nacimiento de Jesús y presidida por el asesor de la Pastoral de Educación Superior de Concepción, presbítero Juan Pablo Becker, se llevó a cabo en la Capilla Santa María Reina del Campus San Andrés una reflexión de Navidad cantada, organizada por la Pastoral UCSC.
En el encuentro, el sacerdote inició sus palabras resaltando tres ideas. La primera de ellas tuvo que ver con el adviento, con la espera y el asombro, sosteniendo que, muchas veces, pasa desapercibido lo asombroso y sorpresivo que es el que Jesús haya nacido en un pesebre. “Simplemente, nos preparamos como los diciembres normales a terminar el año y se nos olvida preparar nuestro corazón para recibir a Dios, así como lo sorprendente de que él se haga hombre y habite entre nosotros”.
Asimismo, agregó que desde la encarnación, Dios se hace presente en nuestro camino, compartiendo las alegrías, tristezas y esperanzas, y, de esa manera, permite que lo humano sea tocado por lo divino, divinizando la realidad. “Esto es un hecho de la fe que exige que nos involucremos no solamente desde la cabeza, sino que afectivamente para poder recibir y descubrir al Emanuel que quiere nacer en medio nuestro”.
La segunda idea tuvo que ver con el llamado a la conversión y cómo nos preparamos interiormente para eso, con cambiar de mentalidad, volver a poner la mirada en Dios y fortalecer nuestro camino, focalizándonos en lo importante. “Esta tiene que ver con no seguir haciendo las cosas como las estábamos haciendo, con cuestionarnos y discernir efectivamente si queremos seguir haciéndolas de ese modo, yendo más allá de nuestros propios esquemas mentales y de lo que conocemos”.
En tanto, la tercera hace referencia a la esperanza. “Con el adviento comienza un nuevo año litúrgico y es la oportunidad que se nos da para renovar nuestra fe, para volver a mirar lo que significa comenzar un nuevo tiempo cuando Dios desea profundamente nacer en medio nuestro. Y eso es un regalo enorme porque entra en nuestra historia y desde ahí nos abre las posibilidades a nuevos rumbos, ideas y maneras de entender nuestra vida”.
Durante otro momento de la reflexión, el sacerdote invitó a los fieles a tener presente el pesebre, la angustia y tensión que pasaron José y María al no contar con un lugar para que naciera su hijo, así como a pensar que el Señor, tal como transformó el pesebre, quiere transformar nuestra realidad para hacerla más humana y más divina.
“El centro del misterio es que Jesús al nacer nos hace hermanos de él y, por lo tanto, somos hijos e hijas de Dios. Qué tremenda y gran noticia que Dios, desde la gracia, nos asume como sus hijos y sus hijas. Ese es un regalo que no tiene medida ni precio”, afirmó.