Sin duda esta Semana Santa será muy distinta a la de años anteriores. La compleja contingencia que vive el país también afectará esta importante conmemoración, en la que se actualizan los misterios centrales de la fe católica: pasión, muerte y resurrección de Jesús.
No obstante el contexto actual, para el Director de la Pastoral UCSC, presbítero Víctor Álvarez, puede ser una oportunidad para vivir estos días en familia, con espíritu de recogimiento y reflexión.
“Sabemos que la primera Iglesia, es la iglesia doméstica, que son nuestras propias familias, por eso, frente a la imposibilidad de trasladarnos a algún Templo, es un tiempo oportuno para que, en nuestras casas, podamos preparar algún lugar especial, con un pequeño altar y desde ese lugar vivir estos días en familia”.
Álvarez agrega que la renovación de estos misterios no es algo del pasado y sin relación con la vida de cada uno, sino una renovación en un Dios que está comprometido con nuestra existencia y que quiere compartir la suya con nosotros.
Siguiendo el ejemplo de Jesús
En Semana Santa, se vuelve a actualizar el compromiso al extremo de Dios por la humanidad, a través de Jesús que, con su vida, nos habla de amor, entrega, fidelidad, amistad, perdón, reconciliación, esperanza e incluso hasta de ser capaces de dar la vida por los demás.
“Esta emergencia sanitaria nos enrostró nuestra fragilidad y vulnerabilidad; pero, al mismo tiempo, nos ha ayudado a ir tomando conciencia de que todos somos importantes y necesarios, con el desafío de apoyarnos y ayudarnos mutuamente. Estos días en familia son días para reflexionar y meditar sobre la vida de Jesús y como esta le habla a mi propia vida, para comprometernos no sólo con este tiempo en el que nos encontramos, sino sobre la manera en cómo estamos viviendo”, explica el presbítero.
El sacerdote hace también referencia a las palabras del Papa Francisco entregadas hace unos días, en la bendición “Urbi et Orbi”, en la que llamó “a tomar este tiempo de prueba, como un momento de elección. No es el momento de tu juicio (Dios), sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás.”
Mensaje a la Comunidad Universitaria
Como Director de la Pastoral, el padre Víctor invita a toda la Comunidad Universitaria a rezar con los suyos, pedirle a Dios ser parte de la vida de cada uno y sumarse a las celebraciones preparadas por la Arquidiócesis de Concepción, a las que se puede acceder en https://iglesiadeconcepcion.cl/. De igual modo, a seguir las redes sociales de la Pastoral, en las que se subirá material para vivir estos días en familia.
“Personalmente creo, y más ahora, que nuestra fe está conectada con la vida, con un Dios comprometido con nuestro mundo, con nuestra existencia. Quisiera, a pesar de lo complejo de este tiempo, compartir por sobre todo un mensaje de esperanza y corresponsabilidad. No somos autosuficientes, nos necesitamos los unos a los otros, pero que esto, no sea sólo en medio de esta Pandemia, sino que sea una manera como queremos vivir y teniendo siempre la confianza puesta en Dios”, afirma.
De igual modo, espera que este sea un tiempo para la conversión personal y comunitaria, además de un tiempo para la solidaridad y la preocupación real, especialmente, con los más necesitados y adultos mayores; así como con nuestros parientes, vecinos o conocidos que quizás se encuentren solos.
“Ojalá que, dentro de nuestros ambientes familiares o laborales en los cuales, sin duda, aparece la tensión y la incertidumbre por lo que sucede, podamos generar espacio para la contención y pueda primar la paz, por sobre el conflicto; el servicio, por sobre el egoísmo; en la certeza de que el Señor está en medio nuestro”, agregó. Para concluir, el Director de la pastoral universitaria quiso destacar, nuevamente, palabras del Sumo Pontífice:
“En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado. El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos la llama humeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza. En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza”.