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Trastorno de ansiedad por comer: ingesta de alimentos no saludables que influyen negativamente en nuestras emociones

Por Soledad Lavín Novoa

Es sabido que la calidad de la alimentación influye directamente en todas las dimensiones del ser humano, incluyendo a aquellas relacionadas con el rendimiento académico y las emociones, y que el consumo inadecuado de alimentos puede evolucionar negativamente hacia lo que se denomina “Trastorno de ansiedad por comer”.

Un desorden que se caracteriza por el consumo impulsivo y descontrolado de alimentos, sin sentir hambre, que busca satisfacer necesidades emocionales, terminando en una sensación de angustia y culpabilidad.

El nutricionista de la Dirección de Apoyo a los Estudiantes, Cristian Núñez, sostiene que hoy se puede observar esta condición en cualquier etapa del ciclo vital y que un gran porcentaje de los alumnos que realizan consultas presentan esta condición en distinta magnitud.

“Los estudiantes universitarios son considerados como un grupo de gran vulnerabilidad nutricional. En esta etapa, por primera vez, se hacen responsables de su alimentación. La influencia de factores emocionales, fisiológicos, sociales, económicos, culturales y las preferencias alimentarias pueden llevar a tomar decisiones inadecuadas, siguiendo un nuevo patrón de alimentación que genere consecuencias negativas para la salud física y mental”, explica el profesional.

Por ello, se hace necesario desarrollar buenos hábitos alimentarios desde la infancia, de manera de que estos se afiancen en las etapas de adolescencia y adulto joven, aunque signifique cambios en el estilo de vida.

Adicción a la comida

Si bien el trastorno de ansiedad por comer es una afección psicológica, también presenta componentes fisiológicos que modelan esta respuesta impulsiva hacia una excesiva ingesta de alimentos.

Es así como las personas que presentan esta condición, generalmente, buscan satisfacer necesidades emocionales o experimentar una sensación de placer y bienestar en base a la comida, y esto ocurre porque la ansiedad en sí genera un estado de tensión continua, sumado a otros síntomas que desaparecen, al menos por unos minutos, después de comer. “Este es un mecanismo muy similar a como actúan algunas drogas, y es aquí donde nace el concepto de “adicción a la comida”, agrega Núñez.

Las comidas adictivas son aquellas consideradas como no saludables, caracterizadas por un bajo contenido en vitaminas, minerales y fibra dietética, y un alto contenido de hidratos de carbonos simples (azúcar refinada), sal, grasas saturadas y grasas trans, las cuales, mediante una red de señales, estimularán la secreción de sustancias como dopamina y serotonina, que brindarán una sensación de placer y bienestar.

“En este tipo de trastornos, tener conocimientos sobre una adecuada alimentación permitirá tomar decisiones correctas sobre la elección de los alimentos a consumir, especialmente aquellos ricos en vitaminas, minerales, fibra dietética y antioxidantes, que no solo ayudarán a disminuir la intensidad y la progresión de condiciones como esta, sino que controlarán factores de riesgos asociados a hábitos alimentarios, y contribuirán en la protección de  otras afecciones físicas y mentales como obesidad y depresión”, aclara Núñez.

Emociones e ingesta de alimentos

La decisión de consumir alimentos y forjar una conducta alimentaria se puede relacionar indirectamente con nuestras emociones, por ello, no es extraño sentir el deseo de comer algo dulce si se está triste o alto en grasas y sal si se está feliz. Incluso, se puede considerar normal siempre y cuando no se repita constantemente y se convierta en un hábito.

“Basar nuestra conducta alimentaria y forjar hábitos en función de nuestras emociones nos lleva a un círculo repetitivo, en el cual buscamos el sentido del placer, recompensa y bienestar, mediante el consumo impulsivo de alimentos, que generalmente son alimentos no saludables, que impactan negativamente en la salud”, agrega el nutricionista.

Y es que, según sostiene Núñez, la evidencia actual señala una relación directa entre una alimentación deficiente en nutrientes como vitaminas del complejo B, D, zinc, selenio, ácidos grasos omega 3, 6 y fibra dietética, con un mayor riesgo de padecer afecciones psicológicas y psiquiátricas.

Disminución de la ansiedad

Para prevenir o disminuir nuestro nivel de ansiedad, lo importante es mantener una alimentación saludable, adecuada en horarios, cantidad y calidad de alimentos, que sea capaz de aportar todos los nutrientes necesarios que permitan preservar la salud física y mental como: ácidos grasos omega 3 (especialmente EPA y DHA), proteínas de buena calidad, carbohidratos complejos, fibra dietética, vitaminas, minerales y agua. Para ello, se recomienda:

  • Consumir pescados grasos, al menos 2 veces por semana como jurel, caballa, salmón, sardinas, etc. Cocinarlos preferentemente al horno, a la plancha o en guisos (nunca fritos).
  • Preferir el consumo de carnes bajas en grasas, especialmente carnes blancas.
  • Consumir legumbres, al menos 2 veces por semana, en reemplazo de la carne. Estas aportarán vitaminas del complejo B, minerales, fibra y proteínas.
  • Consumir al menos 2 litros de agua al día.
  • Consumir mínimo 5 porciones de frutas y/o verduras todos los días, en lo posible de distintos colores y de temporada.
  • Consumir todos los días lácteos bajos en grasas.
  • Preferir el consumo de cereales integrales.
  • También es importante evitar la ingesta de alimentos fritos, con aporte excesivo de azúcar (chocolates, caramelos, productos de pastelería, galletas, etc) o sal, a base de harinas refinadas, y altamente estimulantes como café, té, mate y bebidas energéticas.

“Todo plan de alimentación saludable debe ir acompañado de actividad física. Está comprobado que realizar ejercicio por al menos 45 minutos, con intensidad moderada o alta, mínimo 3 veces por semana, es un factor protector para la salud física y mental”, concluye el profesional.