De acuerdo al segundo Estudio Nacional de la Discapacidad desarrollado por el Servicio Nacional de la Discapacidad (Senadis) el 16,7% de la población de 2 y más años se encuentra en situación de discapacidad. Un grupo no menor que, al igual la población general, se vieron afectadas por las pandemia.
Así lo explica el kinesiólogo y académico de la Facultad de Medicina, Eduardo Reinoso, quien manifestó que las personas en situación de discapacidad vieron limitadas sus rutinas y procesos que frecuentaban diariamente como la asistencia a centros de educación, deporte, rehabilitación, desarrollo cultural y social que fueron frenadas a causa del avance exponencial del covid-19. “Hay reportes en la literatura de inclusión y discapacidad que el cese de las actividades en personas en situación de discapacidad y sus cuidadores durante el año 2020 causaron principalmente alteraciones mentales y físicas que deben ser consideradas al momento del retorno presencial en los diferentes centros de trabajo”.
Lo mismo indica Maite Otondo, educadora diferencial de la Facultad de Educación quien, además, colabora en proyectos del Arzobispado que apuntan a la inclusión laboral de personas con Síndrome de Down, expuso que ha habido cambios “desde el cierre de instituciones que los acogían en sus diferentes necesidades, hasta la reprogramación de sus atenciones de salud, como también el encierro y aislamiento, lo que claramente afecta su salud mental. De manera específica, a los y las trabajadoras les afectó directamente, ya que por medidas sanitarias, tuvimos que alejarlos temporalmente de sus espacios de trabajo”.
La docente aseveró que lo primero, fue constatar en qué condiciones se encontraban, preguntar por sus necesidades emocionales, de salud y materiales. Luego, el esfuerzo estuvo en idear una manera los mantenerlos activos a pesar del aislamiento. De tal forma, sostuvimos diariamente, vía online, talleres de formación, simulaciones laborales, simulaciones de puestos de trabajo y desarrollo de habilidades y competencias laborales, también de autocuidado.
Apoyo tecnológico y familiar
Reinoso agregó que la adaptación, en su mayoría, se vio forzada a la virtualidad con modalidades de trabajo a distancia, donde la incorporación de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) tomaron el protagonismo en el periodo de confinamiento.
En este sentido, Reinoso manifestó que la familia ha jugado un papel fundamental en la continuidad de las actividades de personas en situación de discapacidad que se llevaban a cabo antes del confinamiento, principalmente en el caso de los menores de edad. “Las familias pasaron a ser las manos de los distintos profesionales que trabajan para mantener las rutinas a pesar del avance del Covid-19 (kinesiólogos, profesores, entrenadores, etc.), lo que llevó a un desgaste significativo por parte de cuidadores y mediadores”.
Sobre cómo se han reincorporado a sus funciones Otondo sostuvo que “gradualmente, tomando todas las precauciones y medidas sanitarias que nos señalan las autoridades de salud. Conocen medidas de autocuidado y las aplican en los distintos espacios y entornos. Son cuidadosos con estas disposiciones e incluso la enseñan a sus familiares”.